RAFAEL DE LA FUENTE
Decía el escritor norteamericano Gore Vidal que no es nada bueno para una sociedad, cuando las palabras se utilizan para disfrazar u ocultar la realidad. Por ejemplo, decir que la ciudad X se ha liberado, cuando en realidad la han destruido. O cuando nos manipulan para que votemos en contra de nuestros propios intereses.
El jueves pasado en Marbella se voló muy alto. En una reunión de nuestro Ateneo se honró la memoria de alguien que había dedicado su vida a la verdad a través del culto a la palabra perfecta. El escritor y psicólogo, el vecino y amigo, y siempre maestro, Nacho García Valiño. Nos ha dejado un poco más solos a todos. Y allí, en aquella Aula Magna del Ateneo en el Hotel San Cristóbal, en aquel salón donde no cabía ya un alfiler, intentamos todos paliar esa soledad, que hacen más llevadera los libros de Nacho y el recordar su ejemplo diario en sus dos hermosas profesiones. Nos acompañaron su viuda, Nieves, y sus dos hijos: Marcos y Julio. Nos emocionó ver a los padres de Nacho, que habían llegado expresamente desde Zaragoza, para unirse a nosotros aquí en Marbella. Y Javier, su hermano, que llegó desde Murcia.
Nos acercaron a Nacho, a su realidad y a sus mundos y a su ejemplo, tres mujeres de Marbella. Mujeres admirables que huyen de los elogios con la grandeza de los que los merecen. Como hubiera hecho Nacho, las cito por orden rigurosamente alfabético: Carmen Fígares, Concha Montes y Sagrario Alvárez.
Carmen, especializada en psicología infantil era una de las compañeras de trabajo de Nacho en el departamento de psicología del distrito escolar de Marbella. Muy vinculada a él y sus compañeras en la sección que tutela en nuestra ciudad a los escolares de alta capacidad. Desde el fallecimiento de Nacho, esta institución, la de más prestigio de su clase en la provincia de Málaga, lleva el nombre de este amigo y vecino nuestro. Concha, nuestra Concha de Marbella y de Onda Cero, tampoco necesita mucha presentación. Como Sagrario Alvarez, amiga incondicional de Nacho y su familia. Nuestra buena amiga Sagrario, la que decidió un día venirse a vivir en Marbella, con su marido, el maestro Félix Bayón y con su hijo, Pablo.
Gracias a ellas pudimos acercarnos esa noche a la personalidad de un escritor y de un psicólogo excepcional. Nacho García Valiño. Por eso esa noche Marbella voló muy alto.